sábado, 21 de enero de 2012

El secreto de miss Laura -capítulo 3


Miss Laura está muy triste.

Al día siguiente Paolo llegó muy temprano a “mañanas felices” . Su madre quería conocer personalmente a miss Laura, porque su hijo no paraba de hablarle a su maestra. Ella no se fue hasta que la miss Laura llegó. Normalmente iba con su hermano Hugo, pero esta era una ocasión especial.

-¡Mucho gusto! –saludó la madre de Paolo a miss Laura al verla llegar-. No hace falta que se presente, porque mi Paolo me la ha descrito perfectamente. Él dice que usted es su novia y que se casará con usted cuando sea adulto.

-¡Qué ocurrencias las tuyas, Paolito! -le acarició la cabeza miss Laura a su alumno-. ¿Vas a dejar de jugar tan divertidamente como lo haces para tener una novia? No es muy buen negocio a tu edad. Pero si quieres ser mi novio primero comienza por leer mucho, que a mí no me gustan los que no leen…¡ ja,ja,ja!

-¡Vaya! Qué buen humor el de usted, miss Laura–dijo la madre de Paolo-, es igualita a como me decía que era mi hijito. Bueno, ya no le quito más tiempo. ¡Nos vemos en la tarde, mi Paolito!

-¡Hasta más tarde, mamá! –se despidió Paolo con un beso, y entró en su aula con miss Laura.


Ese día todos llegaron temprano: Paolo, Alexa, Jahaira, Mariana; hasta Mateo, que parecía recuperado de su pierna que cojeaba.

Mariana llamó, como de costumbre a miss Laura, esta vez para enseñarle una casita que había dibujado, solo que no tenía puerta. Miss Laura le dijo que la casita estaba bien, pero que debía hacerle una entrada, si no, nadie podría estar dentro. Luego la maestra volvió al pizarrón.

-Mis niños –dijo-, hoy tendremos una clase muy entretenida, pero primero vamos a repasar lo que hicimos ayer.

Todos sacaron sus cuadernos y miss Laura pasó por todos los asientos. Mateo también sacó el suyo, pero nunca lo hacía para tomar nota o mostrar a la maestra las tareas, sino para hacer garabatos en él. Dibujaba cosas y luego las borraba: primero garabateó un auto, luego, una bruja y al último algo que no se veía bien.

-¡Mateo –lo sorprendió miss Laura-,¿ qué haces en tu cuaderno?

- Nada, profesora Laura –contestó el niño-. Yo no quiero venir al colegio, pero me traen.

-¿Te traen? –preguntó miss Laura-, pero si yo veo que vienes solo.

-¡Es muy fácil lo de las fracciones, profesora! –dijo Mateo que cambió de tema para que no le pregunten de su casa-. Los números impares no tienen mitad entera, pero se pueden dividir en partes iguales.

-¡Muy bien Mateo! –dijo miss Laura y escribió en el cuaderno del niño-, solo tienes que anotarlo aquí. Eres un niño listo, pero si no tienes cuaderno te olvidarás luego de la lección, y no podrás repasarla.

Pero cuando Miss Laura se fue, él siguió haciendo garabatos en el cuaderno. Luego mordía su lápiz o se quedaba pensando en quién sabe qué.

Miss Laura inició la clase y pidió a todos los niños que vean el pizarrón. En él había un mapa del Perú.

-Hoy conoceremos el lugar donde vivimos. Nuestro país se llama Perú y está dividido en costa, sierra y selva –indicaba miss Laura, señalando con una regla uno y otro lugar del mapa. Ustedes lo dibujarán en su cuaderno y colorearán la costa de amarillo, la sierra de marrón y la selva de verde. No importa si no les sale igualito. Lo importante es que aprendan las tres regiones.

Miss Laura pasó por las carpetas de los niños y puso una hoja en blanco en cada una de ellas. Luego todos sacaron sus colores. Mateo no sacó nada. Cuando la miss puso la hoja en blanco en su sitio, la tomó y comenzó a hacer los mismos garabatos que en el cuaderno.

-Tienen una hora para dibujar y pintar sus mapas. Luego los pasaré a recoger –dijo miss Laura mirando su reloj.

Un niño llamado Ángel fue el primero en entregar, luego lo hizo Jahaira y después Paolo que entregó un mapa muy parecido al que estaba en la pizarra. Todos entregaron sus dibujos. Algunos no estaban muy bien hechos, como el de Marianita, pero igual, miss Laura los felicitó a todos, porque estaban coloreados tal como ella lo había señalado.

Miss Laura solo esperaba el dibujo de Mateo. Se extrañaba que tardara tanto. Por un momento temió que el niño no hubiera hecho nada, así que fue a su carpeta.

En seguida Miss Laura se topó con una sorpresa. Mateo en lugar de dibujar el mapa había dibujado a un niño con gruesos anteojos y con unos libros en el brazo. El niño estaba delante del pizarrón, como si fuera a dictar clases.

-¿Qué cosa has dibujado Mateo? –dijo ella y tomó la hoja-. ¿Quién es ese niño?

-Es el hijo de usted, miss Laura –dijo Mateo-. Así debe de ser su niño, ¿no? Siempre usted nos dice que debemos ser limpios, educados y estudiosos. Por eso me imagino que su hijo será más o menos así, ¿verdad?

La maestra se quedó helada. Quiso preguntarle a Mateo por qué se le había ocurrido dibujar eso. Ni siquiera lo regañó a por no haber dibujado el mapa. Solo le entregó la hoja, le acarició la cabeza y se fue al pizarrón.

Sonó en toda la escuela la campana de la hora de recreo y miss Laura les dio permiso para salir.

Mateo, como siempre, Salió a jugar con los niños de cuarto grado.

Miss Laura no se sentía bien. Ese dibujo de Mateo de un hijo suyo la había entristecido demasiado. Se dejó caer en el asiento de su pupitre, leyó unos papeles que guardaba en su bolso y se puso a llorar, primero silenciosamente, pero luego sus sollozos se escuchaban en toda el aula.

Entre los papeles había uno que decía en letras pequeñas:

“Resultado del análisis tomado a la paciente Laura Torres Vélez: Esterilidad irreversible. No podrá tener hijos de forma natural”.

El motivo de su amargo llanto era lo escrito en ese papel. Miss Laura jamás podría tener niños y por eso el dibujo de Mateo, sobre su supuesto hijo la hacía llorar amargamente.

Alguien abrió la puerta del aula mientras miss Laura leía una y otra vez el papel que decía que era estéril. Era Paolo, que había regresado para dejar su chompa. No podía creer que miss Laura llorara. Siempre la había visto muy fuerte y ahora lloraba como una niña.

-¡Miss Laura, qué le pasa! –dijo asustado Paolo.

-No es nada, hijito; las personas grandes también lloramos a veces. Pero no te preocupes, Paolo. Yo estoy bien.

-¿Pero qué la hizo llorar, miss Laura? –insistió Paolo, todavía intranquilo.

-No es nada importante, Paolito –dijo ya más serena miss Laura-. Solo me imagino lo feliz que será tu mamá con un niño como tú.

-¡Mi mamá me regaña mucho, señorita! Usted no la ha visto.

-¡Pero te ama, Paolito! Eso tenlo por seguro.

Paolo salió del aula y volvió al recreo. En el camino se encontró con Jahaira y le contó que había visto llorar a miss Laura. Jahaira se lo dijo a otros tres niños. La noticia llegó tan rápido a oídos de todos los niños que al sonar la campana del final del recreo, todos ya estaban enterados del llanto de miss Laura, y lo que fue peor, todos creyeron que alguna desobediencia de Mateo había causado su tristeza.

Miss Laura hizo pasar a todos. Los niños no paraban de mirar sus ojos para ver si aún estaban húmedos. También miraban a Mateo con mucha rabia. Jahaira hubiera querido que le tocara un solo pelo, para responderle con un buen jalón de cabello que le doliera todo el resto del día.

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