viernes, 25 de noviembre de 2011

LOS HOMBRES DE PLÁSTICO:Episodio 3



EL PAÍS DE POLIETILENO


Cuando me levanté ya era muy tarde, algo así como las seis y media. Ya se veía todo oscuro en la ventana. Mi cama la sentía un tanto rara, más blanda de lo acostumbrado. Parecía como si estuviera acostado sobre un montón de plumas.


Me bajé de ella y busqué encender la luz, pero no encontraba el interruptor. “¡Dónde está el interruptor!”, me dije en voz alta, y de repente todo se iluminó.




Las paredes estaban totalmente irreconocibles: mis posters, cuadros, repisas, que habitualmente las adornaban, no los veía por ninguna parte. Todo estaba pintado de un color amarillo bastante chocante. Tampoco estaba el televisor. En su lugar, y esto no lo entendía, había una enorme pantalla que abarcaba toda la pared que estaba enfrente de mi cama. No recordaba haber visto ese aparato al llegar del colegio, ni que mis padres me lo mencionaran. Debía de ser muy caro. Vi mi cama y tampoco era la misma. Lo extraño era que Mamá siempre avisaba cuando tenía que hacer un cambio en los muebles de los cuartos. ¡No entendía nada!


En ese momento, la pantalla nueva se encendió sin que yo la hubiera tocado. ¡Me espanté!


—¡Bienvenidos a Polietileno! —dijo una voz de adentro de la pantalla—. Como podrán observar, es un día hermosísimo. ¿Ya hicieron sus ejercicios?... Si van por la calle, recuerden que hemos preparado muchas bromas para ustedes. Diviértanse mucho, y recuerden no acercarse al fuego… Les desea un día superdivertido, su amigo de siempre, Polietileno 450.


El hombre que hablaba en la pantalla era un tipo rarísimo. Tenía brazos enormes y rollizos. Parecía un peluche y estar relleno de lo mismo que los colchones. Su piel, cara y manos se veían toscas, pero las suavizaba un impecable terno azul que llevaba puesto. Más que un ser humano me parecía un muñeco con movimientos de hombre, una marioneta. Comencé a sospechar que alguien me estaba jugando una broma. Denisse acostumbraba hacer ese tipo de bromas tontas. Ella debería estudiar para payasa y no Medicina, como presumía.


Ya me comenzaba a impacientar con aquella voz insoportable del tipo de la pantalla, de manera que busqué el botón de apagar. Pero el locutor de la pantalla exclamó algo escalofriante.


—¡Detente, Tommy! ¡Ni se te ocurra, hacerlo! Nadie se ha atrevido a violar la ley de Polietileno en 200 años. ¡Vamos, gente, detengan a Tommy! ¡Ya le hemos dado muchas oportunidades!


¿Tommy? ¿Quién era Tommy? La broma ya estaba llegando demasiado lejos. Denisse estaba exagerando con sus aires de graciosa. Lo peor es que Papá no la reprendía como debiera, cuando ella se pasaba de la raya. Yo conocía muy bien sus engaños. ¡Si pensaba que me asustaba con eso, se equivocaba!


En eso llegaron dos tipos que yo juraría que habían atravesado las paredes de mi cuarto. Eran deformes y tenían el aspecto de un espantapájaros. No podría describirlos detalladamente. Se acercaron a mí y me tomaron de los brazos y piernas, como si fuera un trapo. Luego, me pusieron una camiseta color verde limón, tan fea como el color del que estaban pintadas las paredes. En la camiseta decía “Amo a Polietileno 00”. Pensé que era posible que mis propios padres hubieran autorizado esa broma, que ya no me gustaba nada. Sí, sabía que últimamente no había estado cumpliendo con mis deberes; pero espantar a los hijos de esa manera, solo para que aprendan la lección, me parecía excesivo.


—¡Ya entendí, papás! —dije casi llorando—, ¡prometo dejar mi ropa en su lugar; también lavar los platos después de cenar,… también lavar mi ropa,… la de Dennise;… la de todos! ¡Prometo lavar y hacer todo lo que me pidan, pero detengan la broma, por favor!





—Tommy está loco —dijo uno de los hombres con voz de tonto—. Habla de papás. Nadie tiene papás actualmente ¿Acaso se ha olvidado? Los papás dejaron de existir hace 200 años.


Pasé del llanto al terror, al oírles decir esto. Era obvio que era a mí a quien llamaban “Tommy”. Pero, ¿por qué? ¿Qué habían hecho con los papás? ¿De dónde venían esos tipos? ¿Qué o quién era ese Polietileno 00 que decía mi camiseta y por qué lo amaban?; ¿era un equipo de fútbol?, ¿un grupo de moda?


—Dejen a Tommy —dijo el locutor desde la pantalla y con voz muy bajita—; parece que está más tranquilo… Tendré que hablar con él.


Los hombres se retiraron. Todos tenían la cabeza rapada y detrás de ella, un sello, algo parecido a los códigos de barras que se ven en los productos envasados que compra Mamá.


—¡Tommy, tienes que comportarte! —me advirtió el hombre de la pantalla—. Ayer estabas tranquilo. Nadie te maltratará, pero tienes que cumplir con las reglas.


Muchas veces había escuchado la palabra “reglas” en casa. Sobre todo, cuando Mamá decía que tenía que hacer las tareas del colegio antes de ver televisión o saludar al levantarme y al entrar en casa. Servían para que Denisse y yo crezcamos con un orden y responsabilidad formados. También mis padres cumplían reglas para con nosotros; por ejemplo, no hablar de temas desagradables a la hora de comer, o expresarse correctamente cuando nos conversaban. Sin embargo, tenía la sospecha de que el tipo de la pantalla no hablaba de ese tipo de reglas.


—¡Está bien, Tommy —dijo con áspera voz—, aquí tienes nuevamente el reglamento.


Entonces apareció en la pantalla una relación de normas, que de principio a fin decían así:


1.- Estamos en Polietileno, el único país que existe en el mundo; pero también, el más poderoso entre los demás. Siempre nos hemos amado mucho. Estamos en el año 2240 y desde hace mucho, vivimos felices por siempre.


2.- Polietileno está habitado por los polietilenos. Existen 30 mil millones de Polietilenos y todos sus nombres se ordenan desde el 00 hasta el número 30 mil millones, según su día y año de nacimiento. Por ejemplo, el más antiguo de todos, nuestro emperador, se llama Polietileno 00; luego, le sigue Polietileno 01, Polietileno 02, y así hasta llegar al número ya mencionado. Podrán verificarse sus nombres, viendo el sello que tienen en la parte de atrás de la cabeza.


3-. En Polietileno todos tienen el deber de divertirse, de tener toda la libertad posible. Nadie muere ni envejece. Nadie tiene hambre ni sed, por eso, no existe agua. No existen problemas, porque todo es perfecto… y cada vez más perfecto.


4.-Todo lo que no se parece a los polietilenos lo llamamos “Tommy”.


5.-Eso sí, hay dos cosas que no se deben hacer: acercarse al fuego y pasar por “la Región Inexistente”.


En un inicio quedé desconcertado ante tan disparatado reglamento. Recordé que el nombre “Polietileno”, lo había visto en el empaque de aquellas bolsas plásticas y transparentes que Mamá compraba por montones para envolver las verduras. Ahora entendía todo, el polietileno también es plástico. No solo se trataba de una broma de mi hermana y de mis padres, sino que intentaban ayudarme con mi tarea sobre los plásticos. Era una forma divertida de saber su utilidad. Hasta me habían cambiado de nombre, para que yo no sospeche de ellos, y probablemente habían llamado a alguien de mi salón para informarse del asunto. Ya no estaba asustado ¡Ja, ja, ja! Todo era cosa de seguirles la corriente.


—De acuerdo, pantalla —le dije aguantándome la risa—, haré todo lo que me pidas; pero ahora déjame hacer mi tarea.


—¿Tarea? No hay tareas en Polietileno. Tienes que divertirte, Tommy. Quien no se divierte, se convierte en “bakelita”… Ah, ahora recuerdo, en la pantalla falta una regla. Allí va.


La pantalla se puso en blanco y apareció de nuevo el reglamento con una regla más.


7.- Tenemos unos amigos a quienes queremos mucho, pero ellos no nos quieren; porque no son felices como nosotros y viven amargados. Son muy pocos, poquísimos. Se hacen llamar “bakelitas”. Si alguien no se divierte, se puede convertir en un bakelita y en enemigo de los polietilenos.


—Eso es todo, Tommy —habló el hombre de la pantalla—. ¡Disfruta tu día y que la diversión te acompañe!


—¡Un momento, amigo! —le dije creyendo haber descubierto algo—. En la primera regla dice que Polietileno es el único país y más abajo dice que es el país más poderoso entre todos. ¿No te parece que es una contradicción?


—No, no lo es Tommy —dijo el hombre de la pantalla—, en Polietileno no existen las contradicciones. De hecho, ésta es otra de las reglas. Todos practicamos la “filosofía del plástico”. Hay que acomodar las cosas a los que nos conviene; por ejemplo, si es de día, pero si es mejor para todos que sea de noche, entonces será de noche para los polietilenos. ¿Alguna otra pregunta?


—Sí. ¿Hay algo que moleste a la gente de Polietileno?


—No y sí, Tommy —dijo éste sin inmutarse—, no nos molesta nada porque vivimos en la diversión completa y no tenemos tiempo para otras cosas. Pero quieren molestarnos los bakelitas, solo porque los queremos mucho. Estamos en guerra con los bakelitas, pues no quieren divertirse con nosotros. Nuestros soldados están peleando en “la Región Inexistente” para acabar con el aburrimiento de los perversos bakelitas a quienes, ya sabes, queremos muchísimo.


Tuve que llevar mis dos manos a la boca para no reírme. Jamás mis papás se habían permitido un chiste así en casa, pero ahora no tenían nada que envidiar a los cómicos de cine. ¡Qué ocurrencia! “¡La filosofía del plástico!”. ¡Ja, ja, ja! Comenzaba a creer que algunos amigos de colegio estaban en la broma. Maricrís Feliz había estado hablando de ser felices siempre, de divertirse y el reglamento de la pantalla parecía tan chistoso como los poemas de de Julieta. Lo demás, sería acordado por todos. Después de todo, esos niños sí que eran talentosos.

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