viernes, 25 de noviembre de 2011

LOS HOMBRES DE PLÁSTICO:Episodio 2


CAMINO A CASA


Salimos de clases y la mayoría esperábamos la movilidad de colegio que llegaba a la 1.15 pm. Pero yo me sentía bastante avergonzado de subir. No estaba seguro de que lo del plástico como tema fuera un acierto o un error. Quizás miss Camila tenía planeado hablar en privado conmigo y pedirme que escogiese un tema un poquito más serio, como decía Julieta Poeta; o mis compañeros terminen contándoselo todo a sus papás. ¿Se quejarían con miss Camila? ¿Qué me esperaba? ¡Tenía temor de que el tema terminara en boca de todos!



De pronto, sentí una mano sobre mi espalda. Volteé y era una niña muy pequeña, de cara redonda, nariz flaca y levantada, con unos inmensos y vivos ojos, tan grandes, que parecían verlo todo de una sola vez. Miré más y la reconocí. Era “Dora Miradora”, mi compañera de clases.


—¡Hola!... Tú eres el alumno nuevo ¿verdad? —me dijo—. Perdona si te he asustado, pero quería felicitarte. Tuviste una bonita idea para la clase. A miss Camila le encantó. ¿Viste su cara?


—¡Es tonto! —le dije secamente, pues me lo parecía—. Tiene razón Hans Matemático, parece un chiste. Quizás hubiera sido mejor escoger uno de los 48 temas que propuso Rosa Memoriosa.


—¿¿¿Hans Matemático??? ¿¿¿Rosa Memoriosa??? —dijo sorprendida y se echó a reír—. ¿Así les has puesto? ¡Ja, ja, ja! Qué chistoso suena eso. Ni a mí, que los conozco desde el año pasado, se me habría ocurrido eso. Tienes mucha chispa, alumno nuevo.


Yo me sonrojé un poco ante el halago y busqué cambiarle la conversación.


—¿Pero en serio te gustaría que la próxima clase hablemos de plástico? —le pregunté.


—¡Claro, alumno nuevo! —me dijo inclinando la cabeza—. Te cuento que tengo un tío que trabaja en una fábrica de juguetes. Dice que cuando el plástico está caliente parece una sopa y que de eso se puede hacer todo, desde un carrito de juguete hasta naves espaciales.


—¡Es bueno tu intento por no hacerme sentir tan mal, amiga! —le dije—, pero ya pasó. ¡Soy un tonto!


—¡Bah! No eres tonto —respondió—, quizás seas un poco tímido; pero, por tus gestos y tus pocas palabras, pareces muy listo, mucho más que ese par de vanidosos de Julieta y Hans. Tú estás siempre como pensando las cosas por adelantado. Te he visto.


—¡Cómo es eso! —le dije curioso—. Que yo sepa, me demoro mucho pensando las cosas. Por lo menos, no podría hacer un poema tan rápido como Julieta o un cálculo de números como Hans.


—¡Esos son solo trucos muy bien ensayados, alumno nuevo —insistió ella—, como los de un mago que saca una paloma de su sombrero. Pero en cambio, tú miras las cosas que la gente no ve así nomás. A mí también me gusta eso. Es algo divertido, algo así como ser un detective de las cosas que pasan todos los días.


La niña abría los ojos y se emocionaba mucho con cada palabra que decía. En otra ocasión me hubiera hecho sentir, con sus comentarios, que era un ser de otro planeta; pero esta vez, los dos compartíamos aquella manera de pensar. Ya no tuve temor y le conté algunas cosas mías: de mi casa, de mis padres y también de mi gato “Yes”.


—¡Pero hasta hora no sé tu nombre, alumno nuevo! —me recordó—. Tú sí sabes el mío, y eso no me parece muy justo.


—Mi nombre es Mario —le dije—, pero suena gracioso lo de alumno nuevo. Al comienzo, odié que me llamaran así, pero ahora hasta me causa gracia.


En ese momento, apareció un auto, y de él se escuchó que alguien llamaba a Dora. Era una señora tan parecida a la niña, que nadie dudaría que fuese su mamá, salvo por el cabello teñido de rubio y por dos aretes transparentes que caían de sus orejas como dos lágrimas gigantes. Luego sonó el claxon.


—¡Es Mamá! —gritó Dora—, ¡Adiós Mario, debo irme a casa!


—¡Adiós Dora! —le contesté cuando ella ya estaba con un pie en el auto.


La movilidad del colegio llegó un minuto después. Me volví a sentir un poco solitario. No había allí uno solo de los niños de mi aula. Posiblemente todos vivían muy cerca y no tendrían que irse en carro. Subí sin mucho entusiasmo y me dediqué a ver fijamente las cosas que había en la calle, mientras la camioneta nos llevaba a casa. Era cierto lo que había dicho Hans Matemático. Casi todo en la calle estaba hecho de plástico, la tapa de los faros de los autos, las envolturas de los caramelos, el pasto artificial de las canchas de fútbol, las bolsas de las señoras que salían del supermercado a la calle. En realidad no todo, pero sí lo más llamativo.


Mamá estaba en la puerta, cuando la movilidad llegó a mi casa. Me abrazó y me preguntó a qué se debía que ahora estuviera más entusiasmado que cuando partí al colegio. Yo le mencione lo de la novedosa idea de miss Camila, y si bien en un inicio se extrañó un poco de que habláramos del plástico en clase, después, Mamá misma se interesó por el tema. Me comentó que las cosas de plástico eran algo muy nuevo; que cuando ella era niña, todas las botellas y biberones eran de vidrio, las sillas eran de madera, y la mayoría de otros objetos eran de porcelana o metal.


Juntamos montones de objetos de plástico para mi próxima clase, la mayoría eran juguetes viejos que Denisse y yo habíamos acumulado durante años en el cuarto de depósito; pero también juntamos botellas, tapas de gaseosas, tazones inservibles y muchos otros objetos que ni Mamá ni Papá usaban.


Hubo comida china en casa y Denisse, como siempre, fue la que más comió. Papá apenas saboreó unas cucharadas del Chi Jau kay, que él mismo había comprado, y Dennise aprovechó para comerse toda la porción de Papá. A la sopa, en cambio, Denisse no pudo darle una sola cucharada; le había puesto tanto sillao, que la convirtió en un amargo caldo marrón. También dejó a la mitad los wantanes que Papá le había convidado. Me alegré; porque así también habría comida para “Yes”. Sí, mi gato come de todo, hasta wantanes y sopa. Fui hasta el patio, busqué a ”Yes”, y llené en su tazón favorito toda la sopa con los wantanes sobrepuestos. A él le encantó. En cualquier otro gato aquella mezcla podía haber sido una bomba, pero no en “Yes”. Él tiene un estómago de acero; aunque el recipiente en que tomaba el caldo está hecho de… ¡Sí, adivinaron!,… es de plástico.


Después de dejar muy entretenido a “Yes” con su merienda de la tarde, me fui a mi habitación. Eran las tres y media de la tarde. Me arrojé a la cama con mucho deseo de olvidarme de todo: del colegio, de miss Camila, de las peleas entre Julieta Poeta y Hans Matemático, los temores de Juan Solitario, los complejos de superioridad de Bruno Artista, la conversación con Dora Miradora. ¡Dormir es lo mejor! En un sueño puede caber el mundo entero, y no necesitas caminar tanto, sólo dejar que tus parpados se cierren y que corra tu imaginación perdida entre ronquido y ronquido.

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