TRES DÍAS ANTES DE LO ESPERADO
Aterricé en un lugar que después supe que se llamaba Groenlandia y que tenía una temperatura muy parecida a la que tiene la nevera de mi casa. Del cohete no quedó nada, y me asombré de haber sobrevivido a la caída. Me encontraron un grupo de viejos pescadores de salmón.
Estaba temblando y desmayado en medio de la nieve. Al levantarme, lo primero que les supliqué fue que me trajeran agua, y ellos me dieron una vasija con un cubo de hielo a medio derretir, el cual yo chupé con una caña. Me dio una gran alegría saber que aún tenía puestos la capa y mi corona de paja.
Mamá puso el grito en el cielo, cuando informaron por Televisión que habían encontrado un niño llamado Mario Campana en la lejana isla de Groenlandia, en el extremo Norte del mundo. Ella juraba que me había visto dormir un día antes. Y no se equivocaba Mamá. Lo que ocurrió fue que “la Nave del Engaño”, aterrizó dos días antes de la fecha correcta. Había retrocedido dos días y no era el tercer día de clases, sino el primero.
Nadie en mi familia creyó en la historia que les conté, a pesar de que me vieron con la capa y la corona. Tampoco ellos supieron explicar cómo es que había aparecido en un lugar tan lejano, que ni siquiera tenía vuelos disponibles en el aeropuerto.
En mi vuelta al colegio, vi a los niños tan unidos y conversadores como la primera vez; pero ya los conocía bastante como para sentirme el niño nuevo de la clase. Miss Camila nos dividió en dos grupos y tuve los mismos compañeros de la primera vez. Hablaron todos en el mismo orden que en la ocasión pasada. Sólo cambiaron dos cosas. Yo levanté la mano antes que Dora Miradora y fui yo quien dije que sería bueno que se hiciera una clase sobre algo que hayamos visto ese mismo día y nos llamase la atención. La segunda cosa que cambió fue que escogí a Juan Solitario para que lo hiciera. Y él, después de pensarlo unos segundos, escogió un tema que me puso los pelos de punta: ¡Cómo sería el mundo si un día agotáramos el agua!
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