martes, 5 de julio de 2011

ADÓNDE VAN LOS JUGUETES PERDIDOS: Episodio 2 (Narración infantil)

El arroyo misterioso

Caminaban por la cuidad y Grétell le preguntó a la señora Carmen  por Jimmy, su amigo. Ella, como de costumbre, exagerada y vanidosa, le respondió así:

—¡Ay!, si lo vieras, hijita. Mi Jimmy está por recibir  el regalo más asombroso que ningún niño de su edad antes haya tenido. Es algo tan  enorme que no sé cómo hará Papá Noel para meterlo en casa.


Grétell miró a su mamá, esperando que ella también describiera lo bonito que tendría que ser el juguete de su hija Grétell; pero la madre de la niña hizo un silencio tan largo que su hija se entristeció. Sí, es cierto, no estaba escrito en ningún libro que todos los niños deberían recibir juguetes en Nochebuena, pero un juguete, sobre todo uno regalado en Navidad, era como un pasaje de entrada  al mundo mágico y maravilloso de los niños.

Llegaron las tres mujeres  al centro de la ciudad; mucha gente se apuraba en hacer algunas compras de última hora;  la madre de Jimmy compró un juego de sombras y un tinte para cabello, mientras que la mamá de Grétell, viendo la apenada carita de su hija, invitó copas de helados para las tres. Así, dulcemente, las sorprendió la noche, una noche de luna grande y de cientos de estrellas en el Cielo.

La señora Carmen no paraba de mirar su reloj, hasta que no aguantó más y tomándose la cabeza dijo:

—¡Dios mío, ya es tarde! ¿Cómo he podido olvidarme de comprar eso?

Se despidió prontamente de Grétell y de Irene, tomó un taxi y ordenó al taxista que la llevase a toda velocidad a un lugar que nadie llegó a escuchar; pero, por lo que había dicho segundos antes, era de suponerse que iría a un centro comercial.

Todas las calles estaban repletas de gente y bellamente adornadas; la noche era calurosa, todas las personas caminaban con ropas ligeras, menos un señor bastante gordo que se esmeraba en usar un grueso saco rojo y unas botas hechas para alguien que viviera en el Polo Norte; era Papá Noel. Pero, él no estaba repartiendo juguetes en las casas, como decían los adultos, sino invitando a pasar a las personas a una gran tienda. A Grétell esto le pareció algo muy extraño:

—Mami –dijo—, ¿por qué ese Papa Noel lleva una ropa que es de invierno, cuando hace tanto calor?

—Es que Papá Noel viene de un país en donde hace mucho frío –dijo su mamá para no desilusionarla.

—¿Pero por qué no se cambia de ropa para estar aquí?

La mamá de Grétell se quedó pensando y luego de unos segundos, se lo explicó:

—Es que como Papá Noel ya está muy viejito y se puede agripar en cualquier momento, es mejor que esté siempre abrigado.

 Las dos visitaron muchos lugares. Se sentían más cómodas sin la presencia de la señora Carmen, ella  era muy presumida y superficial. Comieron todo tipo de dulces, pero al ver la hora, la señora Irene decidió  volver a casa. ¡Quizás papá necesitaría algo de ayuda!

La casa no estaba tan lejos, así que hicieron el camino a pie.

Como habíamos dicho al comienzo de este cuento, Grétell vivía cerca de un arroyo. Para cruzarlo había un puente muy corto y bajo. Era de noche y el agua del arroyo brillaba con la luz artificial de la avenida. Aquella noche a Grétell le pareció que ese pequeño río, que todas las mañanas y tardes cruzaba al ir y regresar del colegio, tenía la alegría de la Navidad dentro de él. Así se lo dijo a su mamá:

—Mami, el arroyo se ha llenado hasta el borde de agua y brilla. Los peces allá adentro también deben de estar preparándose para Nochebuena, ¿verdad?

—¡Ay Grétell, en ese arroyo no hay peces, en realidad no hay nada que valga la pena mencionar!

—Entonces ¿para qué está, allí mamá y adónde va ese pequeño río?

—No lo sé, Grétell, hace muchísimos años servía para regar las tierras de los campesinos, pero actualmente ya  no hay chacras por este lugar. El arroyo va libremente al lado de esa avenida solitaria que ves; y a nadie le interesa si lleva o no agua desde hace más de 100 años.

—Pero a mí me parece un bonito arroyo, mamita.

—Si tú lo dices…, pero es también muy peligroso caminar por ese lugar, es un sitio muy solitario y…

 Su mamá no terminó lo que iba a decir porque la interrumpió un grito horrible que parecía de alguien conocido. ¿Quién gritaría con tanto terror a unos pocos minutos de la Nochebuena?

—¡Señora Irene! ¡Grétell! –llamó una voz de niño; era Jimmy, el hijo de la señora Carmen. Estaba desesperado porque su mamá aún no venía del centro de la ciudad.

—¡Pero señora, mi mamá me comentó que pensaba irse de compras con usted!...¿Dónde está? –agregó Jimmy muy nervioso al ver que no estaba con ellas.

—Sí, Jimmy –contestó la señora Irene—,  tu mamá estuvo con nosotras pero  de un momento a otro, miró su reloj, nos hizo una seña de que debía irse, tomó un taxi y nos dejó. Al parecer se había olvidado de hacer algo importante.

—¡Pero ya falta muy poco para que sea la noche de Navidad y no ha llegado! –contestó Jimmy casi entre lágrimas.

—Vamos Jimmy, ten calma –contestó Grétell—. Tu mami seguramente se olvidó de comprar algo, o quién sabe…, tal vez esté…

La vivaz niña hizo una pausa.

—¡Quién sabe qué, Grétel –dijo Jimmy impaciente—…, habla; qué ibas a decir!

—…Que tal vez esté ayudando a Papá Noel a traer ese regalo tan enorme del que ella nos habló tanto que te traerían…

La madre de Grétell, cuando se dio cuenta de que su hija iba a romper el secreto que la señora Carmen tenía preparado para su hijo, le tapó la boca para que no siguiera hablando, pues no quería que Jimmy se enterara de su regalo antes de tiempo. Felizmente el niño no preguntó más y se tranquilizó un poco.

—Está bien Gretelita, creo que tienes razón y ya estoy más tranquilo. Nos vemos mañana, amiga. Hasta luego, señora…

Grétell sentía algo de envidia de saber que a Jimmy le traerían un gran regalo y que en cambio ella  no tenía la menor idea de qué recibiría por Navidad. Es más, su madre había callado cuando la señora Carmen hablaba de Jimmy y de lo que recibiría. Entonces Grétell llegó  a pensar que sus padres se habían olvidado o no tenían pensado hacerle un regalo este año.

—Mamá –dijo Grétell muy bajito—. ¿Qué le regalarán a Jimmy? Seguro que es algo muy grande y moderno, ¿verdad?

—Quizás sí. Pero te diré una cosa, hijita: los mejores regalos no son los más costosos o grandes,  sino los que nunca se olvidan. Te cuento algo, cuando tenía tu edad me regalaron por Navidad un cuaderno de notas y hasta ahora escribo en él antes de acostarme. ¿Ves qué importante fue?

Estaban ya a unos pocos pasos de la puerta de su casa y Grétell encontró un poco de tranquilidad en las sabias palabras de su madre.  Ya no le importaba tanto el regalo; total, el maravilloso día que vivía era ya un regalo del Niño Jesús; veía las luces multicolores que adornaban su casa dibujando en la ventana muchas figuras; formas de campana, de ángel, de árbol navideño y de muchas cosas más. El pecho de Grétell se infló de alegría. Todos los esfuerzos suyos y de su madre estaban en esa casa fantásticamente decorada. ¿Acaso no había mejor regalo de Navidad que esa satisfacción?

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